Hoy en día existe un amplísimo abanico de abordajes terapéuticos para gusto y necesidad de cada paciente. La terapia como modo de resolver conflictos, experimentar cambios positivos, y aún como parte de un estilo de vida, se encuentra al alcance de la mayoría de la población, como una estrategia más en ese largo camino hacia la realización personal.
Hace algunos años, (no muy atrás en el tiempo), la terapia era considerada como “cosa de locos” o algo “para los débiles”. En el imaginario popular, el psicólogo se erigía como un “sabio” que iba a venir a decirnos cómo manejar nuestra vida a modo de un gurú, o a colocarse en el lugar de juez de nuestras elecciones.
El paso del tiempo, la apertura de la psicología hacia los vaivenes de la vida cotidiana, produjo un cambio en la concepción social de esta ciencia. Aunque aún permanece el mito antiguamente sostenido, en general la psicoterapia tiene una muy buena aceptación.
Ahora bien, la aventura no se trata sólo de comenzar terapia, sino de mantenerla en el tiempo y que la misma tenga como efecto generar movimientos beneficiosos, potenciar nuestras herramientas y recursos, y mejorar nuestra calidad de vida.
Los efectos del tratamiento terapéutico se encuentran condicionados por varios factores: la adherencia al tratamiento del paciente (su compromiso y actitud activa y colaboradora con la terapia), las habilidades del terapeuta, el vínculo en entre profesional y consultante, entre otros. Diversos estudios hacen hincapié en alguno de estos factores como pilar principal para lograr efectos beneficiosos con la terapia.
¿Es posible establecer de forma absoluta que uno u otro es más importante? Como todo lo que se encuentra tamizado por nuestra experiencia y percepción, esa valoración es única y subjetiva. Algunas personas se centran en buscar un profesional con mayor experiencia, otros privilegian el sentirse cómodos y a gusto con el profesional, más allá del número de años que abarque su formación académica, porque consideran que con ello la terapia puede funcionar mejor.
Autor: Lic. Mariana Sconfianza
Psicóloga Clínica Mat. 2939