La ausencia en mi mesa de fin de año

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La ausencia en mi mesa de fin de año
Hoy pongo una copa menos

Las fiestas de fin de año siempre han sido muy movilizadoras a nivel social y personal. En internet, en la televisión y en las redes sociales nos bombardean continuamente con las clásicas (y novedosas) propagandas de navidad y año nuevo: la familia sonriente, el arbolito, la nieve (aunque en este lado del planeta estamos más cerca de la remera que de la campera), y una montaña de regalos que el dinero puede comprar. Situaciones que tienden a mostrar más bien una imagen idealizada que la realidad que nos toca vivir.

Toda esta algarabía también tiene su otra cara: evidencia la soledad, la tristeza y las ausencias. Las pérdidas adquieren una dimensión muy especial en este momento.  La muerte, en particular, nos confronta a este límite. Los que estaban ya no están, y el vacío se remueve en nuestro interior como un puñal.

La muerte de un ser querido cercano es probablemente uno de las experiencias más desestabilizadoras  y angustiantes que nos toca vivir como seres humanos. Tenemos que acostumbrarnos a que nuestra vida debe continuar sin esa presencia que, con lo bueno y lo malo, era parte de nuestras existencia. Si el hecho ha sido traumático o inesperado, tiene el añadido del enojo, la perplejidad y la desesperada necesidad de encontrar una explicación ante lo inexplicable.

"Toda esta algarabía también tiene su otra cara: evidencia la soledad, la tristeza y las ausencias"

Dicen que las primeras fiestas, los primeros cumpleaños y aniversarios son los más difíciles de transitar, porque evidencian de una manera descarnada los límites que la vida misma  impone a nuestra existencia y a la de quienes  nos rodean.

A pesar de lo difícil que pueda resultar transitar este período, no es saludable huir del dolor. Es importante darle el lugar que se merece, permitirnos experimentarlo en su verdadera dimensión. Sabemos que estos sentimientos son producto de nuestra capacidad de amar y vincularnos. Reconocer el dolor que sentimos por nuestro ser querido ausente es una manera de reivindicar también nuestro amor por él.

"La muerte de un ser querido cercano es probablemente uno de las experiencias más desestabilizadoras  y angustiantes que nos toca vivir como seres humanos"

Cada duelo es muy particular y único: no hay dos iguales. Cada quien lo transita como puede y como quiere. Por ello, es fundamental validar nuestras necesidades, y sincerarnos con respecto a qué compromisos estamos o  no dispuestos a asumir en este momento, para evitar añadir más estrés al que ya padecemos. Quizás no tengamos ganas de ir a esa concurrida fiesta a la que nos invitaron, y está bien que así sea. Es darnos la posibilidad de escuchar nuestro interior si juzgarnos o sentirnos culpables por lo que hacemos o dejamos de hacer. 

Recurrir a nuestros recuerdos felices, compartir estas vivencias con quienes también atraviesan el duelo o buscar el apoyo emocional de nuestro entorno puede hacernos sentir acompañados y proporcional algo de alivio en este momento tan difícil. Después de todo, dicen que el dolor disminuye cuando se comparte.

Autor: Lic. Mariana Sconfianza

Psicóloga Clínica Mat. 2939

 

 

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